A los y las jóvenes que marchan por el clima
Bajan por la calle hordas de chiquillos
como una marea de calma intranquila,
gritan por su tierra y forman corrillos
con una juventud casi ofensiva.
Se quieren vivos.
Se quieren vivas.
Enmiendan sus cantos la mirada altiva
de la autoridad que tanto cuestionan.
Los advierten ya: si las dan, las toman,
y que de tomar ya hubo en demasía.
No se andan con bromas, pues les va la vida.
Tantos ríos de tinta por manchar el nombre
de una juventud que se ha dicho ociosa:
miradlas marchar rompiendo la prosa,
miradlos marchar, contra el fin del hombre.
Mirad y admirad, con mueca celosa,
esta marabunta que no hay quien la sombre.
Es una alegría que no admite venganza,
es un repicar que no admite castigo,
solo un palpitar que ha de ser abrigo
de quien quiera unirse al compás de la danza
-una danza que, con fulgor de trigo
tiñe el firmamento de verde esperanza.
Este poema fue publicado en el libro Leyendo Poesía in London © Todos los derechos reservados. El libro puede ser adquirido en el menú Tienda.
Lee el poema «La esperanza tiene voz de niño», de @dominguezireig
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