Hoy el diario traía
una noticia mundana,
y es que nuestro bar de siempre
-nuestro único confidente-
ha bajado la persiana.
Van a desahuciar la mesa
que con nervios escrutabas,
donde dejabas tu libro
cuando llegar me mirabas;
ésa donde entre cafés
todo y más me prometías;
desde ella me jurabas,
desde ella me mentías.
A la basura las sillas
de terciopelo ya marchan,
lleven con ellas recuerdos
de fines que no llegaban,
de besos que no debían
darse quienes compartían
ahora fuego, luego escarcha.
En mil pedazos las copas
del licor que reclamabas,
en mil pedazos nosotros
si de pronto te asustabas
cuando quizá en mí veías
para el resto de tus días
el sol para tus mañanas.
De aquello sólo quedaba
aquel bar que fue tan nuestro,
y como tú y yo morimos
también ahora está muerto;
que se lleve la alegría,
la pena y la algarabía
que aún pudieran quedar dentro.
Por fin el cemento urbano
ya pronto habrá sepultado
hasta el último recuerdo.
Lee el poema «Echar el cierre» de @dominguezireig
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