Tiniebla y lumbre

Se nos abalanza el fuego
aunque no es la vez primera,
y esta lid por la bandera
que empapa el cielo europeo
alza un nuevo coliseo
para la ocasión tercera.

Qué desgracia verdadera
este ingrato mausoleo,
en todas las caras leo
temor, pesadumbre y pena;
una oscuridad se estrena
que nos envuelve con miedo
y la esperanza que pierdo
con su frío la cercena.

Se alzan las pesadillas
que yacían en su siesta,
nos alcanzan de puntillas
como una justicia tuerta
y pronto tu única puerta
será vivir de cuclillas
o perecer de alma honesta.

Pero nuestra luz aún brilla
aunque no intuyas su testa,
y es lo único que nos resta:
resistir la alcantarilla.

Como la luna amarilla
la lumbre también despierta.

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La pared blanca

Me apresa una pared blanca
con sus fantasmas que gritan
que la noche no se acaba.

Que mire donde yo mire,
donde vaya mi mirada
aunque la alce al azul cielo
solo veo esa muralla

-y la murallita tiene
el blanco color del alba.

Cada día es el mismo
que ayer la noche ocultaba
y al abrir yo mis ojos
un mismo color me llama

-aquel color blanco roto
de esta celda nevada.

Unas navajas ardientes
me pasean las entrañas
pero han embarrancado
en mi propia telaraña

-incluso ellas se han rendido
a esta mazmorra blanca.

Olvidé cómo era el sol
y la noche que lo guarda.

Lee «La Pared Blanca» de @dominguezireig

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En la oscuridad

¿Qué es lo que escondes
en la tarde bella,
en la noche clara?

Tú que relucías
cuando el sol te ungía
al rugir del alba.

Este blanco y negro
de tu piel morena
no te pega nada.

No mires abajo
que mis pies son feos;
mírame a la cara.

Obsérvame y dime
por qué te comportas
de una forma rara.

¿Será que has fumado
y te has bebido
cuanto nos quedaba?

Mejor que me mientas
con tus labios mustios
de mujer casada.

Y cuando despierte
ya te habrás marchado
como un fantasma.

Pero antes de irte
solo dame un beso
sin mediar palabra.

Pero antes de irte
solo dame un beso;
ésa es tu paga.

Lee «En la oscuridad» de @dominguezireig

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El día menos pensado

No soy mucho de escribir sin rima
ni de dar a mis versos ritmos inconstantes.
Pero pienso que a veces
tal vez
quizás,
cuando el fondo acecha como un filo inquebrantable
desborda la forma
que se rompe
agoniza
muere.

Hoy es de esos días en que,
sin verlo venir,
en la placidez nocturna,
me embiste el repicar de la nostalgia.
Inmisericorde.

Las dudas sobre el por qué.
El temido y si.

Duele más el error no ejecutado
que el acaecido.
El preguntarte qué hubiera pasado
si el valor te hubiera permitido
saltar por la ventana.

Pero no.
Decidiste bajar las persianas,
refugiarte en tu torre de marfil
y no dejar entrar a los pájaros.

No sabrás nunca si eran ruiseñores
o cuervos.

Miras el rostro que el espejo te devuelve
como si fuera el de un extraño,
como si los surcos de tu cara
fueran de otra cara
y la tristeza de tus ojos
fuera de otros ojos.

Y allí, en tu soledad – que es mi soledad-,
en tu soledad, repito,
esperas sin remedio el arrancar del calendario.

Lee «El día menos pensado» de @dominguezireig

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Primero y último

El primer beso aquél que yo quería
empuñar con el fulgor de un doble filo:
malherir aquel amor que te aturdía,
de por vida marcar el corazón mío.

Con un beso, lo mismo que la marea,
anegar quise el espacio entre nosotros
montar guardia en los adentros de tu aldea,
ser muralla para que no entrasen otros.

Sé que no debiera usar este lenguaje
ni hablarte debería en este tono,
pero hombre soy de humilde linaje
y no hay cima más alta que tu trono.

Pero al fin un día pude percatarme
del infortunio de esta triste ironía:
para conseguir un día liberarme
decidí que tú tenías que ser mía.

Por eso cuando la luna dormitaba
cuatro trapos derramé en una maleta;
una lágrima en mi rostro resbalaba
observándote en mi fuga discreta.

Lee el poema «Primero y último» de @dominguezireig

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Ausencia

Perdona, estuve ausente
perdido entre los pliegues de la vida;
anduve laberintos grises
y calles de final angosto
sin dar con una puerta de salida.

Estaba pero me metí dentro,
dentro del caparazón que me recubre,
un abrigo que protege el frío
de la lumbre cálida y hermosa que hay afuera.

Me disculpo, porque soy así a veces:
lejano y cenizo,
ácido y obtuso
cuando cicatriza en mí la noche.

Azabache me volví
porque negra era mi sangre.
Por eso me hice sombra
e intenté circunvalarte de puntillas.

Hoy sigo enterrado entre la arena
pero encontré algo de mar en la distancia
para navegar hacia esa orilla
y atracar ya de regreso.

Me quedaré un rato más en cubierta
pero ya pronto estoy conmigo.

Malta

Ungida en el bálsamo de una belleza decadente,
hija de un hervor palpable del pasado
despierta una ciudad de andar destartalado
desperezándose mediterráneamente.

Afable fortaleza es el presente
que nos entrega un mar turbulento o calmado
– más o menos sereno, más o menos demente…

Y en ese sur suave y turgente
de roca caliente y rostro tostado
al sosiego invita la luna creciente.

Fervor isleño que como un accidente
dibuja en su agua un sueño acristalado,
y tras su relieve un atardecer anaranjado
anuncia la llegada de la noche argente.

Lee el poema «Malta» de @dominguezireig

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Hablemos de la muerte

Hablemos de la muerte,
pero no como de la estocada final
que nos arranca del mundo,
sino como del monte bello
donde ser una luciérnaga
alumbrando el firmamento.

Hablemos de la muerte,
jamás como del viaje a la epidermis de la tierra
sino como de una escalera a las estrellas
para resplandecer ajenos a la oscura noche.

Sí, hablemos de la muerte
como de un banquete al final de un largo día,
con sonrisas, con palmaditas en la espalda,
y no como de una cercena impuesta
cruelmente.

Hablemos, por favor, de la muerte,
como del retorno a las entrañas del planeta,
no como de la huida hacia una nada
que no existe.

Hablemos de la muerte entre los vivos
para juntos rellenar la ausencia
con la abultada calma del recuerdo
y el bálsamo gris de las fotografías viejas.

Pero, sobre todo, hablemos de la muerte ante el espejo,
hablémosle a ese rostro pálido de miedo
que nos mira a los ojos sin el valor de preguntarse
cuándo llegará la hora
y cuánto dolerá atravesar el purgatorio.

Hablemos de la muerte
porque la muerte
es la única evidencia de la vida
y el único testigo de que vivir valió la pena.

Lee «Hablemos de la muerte» de @dominguezireig

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Qué pena, señor

¿Dónde aprendió, señor, que al que le falta
también ha de faltarle usted al respeto?
Sepa que un trato humano tan escueto
dice mucho peor de al que le basta.

¿Quién le dijo, señor, que al que entrega
a nuestra patria todo con decoro
solo le debe usted el grito, el lloro
porque le hayan parido en otra tierra?

¿Cómo creyó, señor, que una hembra
que pudo ser la que le diera vida
merece el trato de su voz crecida?
Guárdese cuando recoja el que siembra.

¿Por qué pensó, señor, que el que ama
distinto a como usted no ha de sentarse
a su lado, como si no fiarse
pudiera decidirse en la cama?

¿Cuándo intuyó, señor, si es creyente
que no podía tener por hermano
a un compatriota sin afán cristiano?
El Padre da cobijo al diferente.

Qué pena, señor, el dolor demente
que causa usted con ese odio vano;
tras ese manto de delirio ufano
existe un mundo que no va a estar siempre.

Aproveche: aún no es tarde.
Aún no es tarde: aproveche.

Lee «Qué pena, señor» de @dominguezireig

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Te quise sin querer quererte

Te quería conocer sin entenderte,
te quería oír hablar sin escucharte,
te quería observar pero no verte,
te quería sentir cerca sin tocarte.

Pero debiste salir de alguna parte
que ignoraba antes de yo conocerte
e intentando apreciarte sin quererte
descubrí un mundo nuevo que entregarte.

Me envolvieron mis fantasmas por amarte,
enfrenté todas mis sombras por tenerte,
pero herido no hubiera podido serte
el amante que yo bregaba por darte.

Regresé a mis tinieblas sin mirarte
y venciendo mi pulsión de retenerte
decidí enfrentar solo nuestra muerte
para que la suerte volviera a encontrarte.⠀

Lee «Te quise sin querer quererte» de @dominguezireig

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