En la oscuridad

¿Qué es lo que escondes
en la tarde bella,
en la noche clara?

Tú que relucías
cuando el sol te ungía
al rugir del alba.

Este blanco y negro
de tu piel morena
no te pega nada.

No mires abajo
que mis pies son feos;
mírame a la cara.

Obsérvame y dime
por qué te comportas
de una forma rara.

¿Será que has fumado
y te has bebido
cuanto nos quedaba?

Mejor que me mientas
con tus labios mustios
de mujer casada.

Y cuando despierte
ya te habrás marchado
como un fantasma.

Pero antes de irte
solo dame un beso
sin mediar palabra.

Pero antes de irte
solo dame un beso;
ésa es tu paga.

Lee «En la oscuridad» de @dominguezireig

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El día menos pensado

No soy mucho de escribir sin rima
ni de dar a mis versos ritmos inconstantes.
Pero pienso que a veces
tal vez
quizás,
cuando el fondo acecha como un filo inquebrantable
desborda la forma
que se rompe
agoniza
muere.

Hoy es de esos días en que,
sin verlo venir,
en la placidez nocturna,
me embiste el repicar de la nostalgia.
Inmisericorde.

Las dudas sobre el por qué.
El temido y si.

Duele más el error no ejecutado
que el acaecido.
El preguntarte qué hubiera pasado
si el valor te hubiera permitido
saltar por la ventana.

Pero no.
Decidiste bajar las persianas,
refugiarte en tu torre de marfil
y no dejar entrar a los pájaros.

No sabrás nunca si eran ruiseñores
o cuervos.

Miras el rostro que el espejo te devuelve
como si fuera el de un extraño,
como si los surcos de tu cara
fueran de otra cara
y la tristeza de tus ojos
fuera de otros ojos.

Y allí, en tu soledad – que es mi soledad-,
en tu soledad, repito,
esperas sin remedio el arrancar del calendario.

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Te quise sin querer quererte

Te quería conocer sin entenderte,
te quería oír hablar sin escucharte,
te quería observar pero no verte,
te quería sentir cerca sin tocarte.

Pero debiste salir de alguna parte
que ignoraba antes de yo conocerte
e intentando apreciarte sin quererte
descubrí un mundo nuevo que entregarte.

Me envolvieron mis fantasmas por amarte,
enfrenté todas mis sombras por tenerte,
pero herido no hubiera podido serte
el amante que yo bregaba por darte.

Regresé a mis tinieblas sin mirarte
y venciendo mi pulsión de retenerte
decidí enfrentar solo nuestra muerte
para que la suerte volviera a encontrarte.⠀

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Echar el cierre

Hoy el diario traía
una noticia mundana,
y es que nuestro bar de siempre
-nuestro único confidente-
ha bajado la persiana.

Van a desahuciar la mesa
que con nervios escrutabas,
donde dejabas tu libro
cuando llegar me mirabas;

ésa donde entre cafés
todo y más me prometías;
desde ella me jurabas,
desde ella me mentías.

A la basura las sillas
de terciopelo ya marchan,
lleven con ellas recuerdos
de fines que no llegaban,
de besos que no debían
darse quienes compartían
ahora fuego, luego escarcha.

En mil pedazos las copas
del licor que reclamabas,
en mil pedazos nosotros
si de pronto te asustabas
cuando quizá en mí veías
para el resto de tus días
el sol para tus mañanas.

De aquello sólo quedaba
aquel bar que fue tan nuestro,
y como tú y yo morimos
también ahora está muerto;

que se lleve la alegría,
la pena y la algarabía
que aún pudieran quedar dentro.

Por fin el cemento urbano
ya pronto habrá sepultado
hasta el último recuerdo.

Lee el poema «Echar el cierre» de @dominguezireig

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Tus zapatos

Quisiera entrar en tus zapatos
para entender tus caminos,
para comprender tus pasos;

así oler los mismos pinos,
ver los cielos que ya vimos
desde donde tú has pisado.

Hoy llenaría la horma
que amortigua tus pisadas,
sería en tus noches malas
quien a tu lumbre da forma
– te sería suelo firme
cuando no sabes decirme
si es anécdota o es norma,
si he de quedarme o irme,
si soy luz o si soy sombra.

Te entrego zapatos nuevos
para suelos movedizos;
si estamos asustadizos
cuando mal soplen los vientos
han de sernos los cimientos
para tiempos quebradizos.

Zapatos que ahora nos anclan
el uno al lado del otro
y el otro al lado del uno,
para que los pies nos bailen
como no bailó ninguno.

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Una mañana cualquiera

Serena te despierta la luz con su caricia
y te giras, desnuda, para encontrar mi cuerpo,
tú voz me quiera suya, tal es la avaricia,
que me falta voluntad para evitar el entuerto
– decides cuando el barco zarpa del puerto
sin que nadie lo impida, tal es la codicia.

Es tu tacto un guante de cachemir cosido
que paseas por mi tez, un tanto morena,
juegas a anular en mí quejido y pena
y en mi reacción, prometes: “yo no he sido”
– traviesos tus cantos, pícara sirena,
maltrecho mi barco, tocado y hundido.

Así como llevas la tormenta perfecta
invocas la calma con un chasquido,
te obedece mi mundo, hada insurrecta;
blanca la bandera de mi tesón rendido.

Diriges mi nave en dirección incierta;
bien sabes que ciego y a tientas te sigo.

Este poema fue publicado en el libro Leyendo Poesía in London © Todos los derechos reservados. El libro puede ser adquirido en el menú Tienda.

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