Ausencia

Perdona, estuve ausente
perdido entre los pliegues de la vida;
anduve laberintos grises
y calles de final angosto
sin dar con una puerta de salida.

Estaba pero me metí dentro,
dentro del caparazón que me recubre,
un abrigo que protege el frío
de la lumbre cálida y hermosa que hay afuera.

Me disculpo, porque soy así a veces:
lejano y cenizo,
ácido y obtuso
cuando cicatriza en mí la noche.

Azabache me volví
porque negra era mi sangre.
Por eso me hice sombra
e intenté circunvalarte de puntillas.

Hoy sigo enterrado entre la arena
pero encontré algo de mar en la distancia
para navegar hacia esa orilla
y atracar ya de regreso.

Me quedaré un rato más en cubierta
pero ya pronto estoy conmigo.