Se nos abalanza el fuego aunque no es la vez primera, y esta lid por la bandera que empapa el cielo europeo alza un nuevo coliseo para la ocasión tercera.
Qué desgracia verdadera este ingrato mausoleo, en todas las caras leo temor, pesadumbre y pena; una oscuridad se estrena que nos envuelve con miedo y la esperanza que pierdo con su frío la cercena.
Se alzan las pesadillas que yacían en su siesta, nos alcanzan de puntillas como una justicia tuerta y pronto tu única puerta será vivir de cuclillas o perecer de alma honesta.
Pero nuestra luz aún brilla aunque no intuyas su testa, y es lo único que nos resta: resistir la alcantarilla.
Como la luna amarilla la lumbre también despierta.
El primer beso aquél que yo quería empuñar con el fulgor de un doble filo: malherir aquel amor que te aturdía, de por vida marcar el corazón mío.
Con un beso, lo mismo que la marea, anegar quise el espacio entre nosotros montar guardia en los adentros de tu aldea, ser muralla para que no entrasen otros.
Sé que no debiera usar este lenguaje ni hablarte debería en este tono, pero hombre soy de humilde linaje y no hay cima más alta que tu trono.
Pero al fin un día pude percatarme del infortunio de esta triste ironía: para conseguir un día liberarme decidí que tú tenías que ser mía.
Por eso cuando la luna dormitaba cuatro trapos derramé en una maleta; una lágrima en mi rostro resbalaba observándote en mi fuga discreta.
Lee el poema «Primero y último» de @dominguezireig
Ungida en el bálsamo de una belleza decadente, hija de un hervor palpable del pasado despierta una ciudad de andar destartalado desperezándose mediterráneamente.
Afable fortaleza es el presente que nos entrega un mar turbulento o calmado – más o menos sereno, más o menos demente…
Y en ese sur suave y turgente de roca caliente y rostro tostado al sosiego invita la luna creciente.
Fervor isleño que como un accidente dibuja en su agua un sueño acristalado, y tras su relieve un atardecer anaranjado anuncia la llegada de la noche argente.
Hablemos de la muerte, pero no como de la estocada final que nos arranca del mundo, sino como del monte bello donde ser una luciérnaga alumbrando el firmamento.
Hablemos de la muerte, jamás como del viaje a la epidermis de la tierra sino como de una escalera a las estrellas para resplandecer ajenos a la oscura noche.
Sí, hablemos de la muerte como de un banquete al final de un largo día, con sonrisas, con palmaditas en la espalda, y no como de una cercena impuesta cruelmente.
Hablemos, por favor, de la muerte, como del retorno a las entrañas del planeta, no como de la huida hacia una nada que no existe.
Hablemos de la muerte entre los vivos para juntos rellenar la ausencia con la abultada calma del recuerdo y el bálsamo gris de las fotografías viejas.
Pero, sobre todo, hablemos de la muerte ante el espejo, hablémosle a ese rostro pálido de miedo que nos mira a los ojos sin el valor de preguntarse cuándo llegará la hora y cuánto dolerá atravesar el purgatorio.
Hablemos de la muerte porque la muerte es la única evidencia de la vida y el único testigo de que vivir valió la pena.
¿Dónde aprendió, señor, que al que le falta también ha de faltarle usted al respeto? Sepa que un trato humano tan escueto dice mucho peor de al que le basta.
¿Quién le dijo, señor, que al que entrega a nuestra patria todo con decoro solo le debe usted el grito, el lloro porque le hayan parido en otra tierra?
¿Cómo creyó, señor, que una hembra que pudo ser la que le diera vida merece el trato de su voz crecida? Guárdese cuando recoja el que siembra.
¿Por qué pensó, señor, que el que ama distinto a como usted no ha de sentarse a su lado, como si no fiarse pudiera decidirse en la cama?
¿Cuándo intuyó, señor, si es creyente que no podía tener por hermano a un compatriota sin afán cristiano? El Padre da cobijo al diferente.
Qué pena, señor, el dolor demente que causa usted con ese odio vano; tras ese manto de delirio ufano existe un mundo que no va a estar siempre.
Aproveche: aún no es tarde. Aún no es tarde: aproveche.
Te quería conocer sin entenderte, te quería oír hablar sin escucharte, te quería observar pero no verte, te quería sentir cerca sin tocarte. ⠀ Pero debiste salir de alguna parte que ignoraba antes de yo conocerte e intentando apreciarte sin quererte descubrí un mundo nuevo que entregarte. ⠀ Me envolvieron mis fantasmas por amarte, enfrenté todas mis sombras por tenerte, pero herido no hubiera podido serte el amante que yo bregaba por darte. ⠀ Regresé a mis tinieblas sin mirarte y venciendo mi pulsión de retenerte decidí enfrentar solo nuestra muerte para que la suerte volviera a encontrarte.⠀
Lee «Te quise sin querer quererte» de @dominguezireig
Ésta es la tercera y última entrega de mis críticas de las memorias de los tres últimos presidentes de España. El martes publiqué la review de las memorias de Pedro Sánchez aquí, y el miércoles publiqué la de Zapatero aquí.
Hoy toca, por tanto, traeros mi opinión acerca de las memorias de Mariano Rajoy, que gobernó desde las elecciones de 2011 en que el PSOE de Rubalcaba se estrelló, hasta la moción de censura que le propinó Pedro Sánchez en 2018. Sin embargo, Rajoy era un hombre bregado en política antes de llegar a Moncloa…
Todo esto lo puedes leer a continuación. ¡Nos leemos!
Y el oro es para… Mariano Rajoy y su Una España Mejor (2019)
Aunque pueda parecer sorprendente, son las de Rajoy unas memorias divertidas. Yo no sé si se las escribió alguien o no, pero sin duda están escritas como él habla. Uno escucha su voz cuando lee las líneas que se suceden, unas tras otras, a lo largo del libro.
Rajoy consigue, a su modo y en su tono, ofrecer unas memorias relativamente íntimas. Al final ha sido un político que ha mantenido su coherencia ideológica a través de los años, por más que uno esté de acuerdo o no con sus ideas. Sin sobresaltos, sin palabras fuertes. Esto nos puede parecer aburrido, pero se supone que es una virtud en política. O debería serlo.
Incluso cuando se refiere a momentos duras de su carrera política, lo hace con respeto. Reconoce la legitimidad de las mociones de censura, pero avisa que ni en Galicia ni en España trajeron más estabilidad. No hay en el libro ni una sola crítica malsonante a sus críticos o detractores en el partido, incluyendo a Aznar. Nada.
Mariano Rajoy es un hombre orgulloso de su gestión política y económica, y no se corta al reconocerlo. Se muestra seguro de que la reforma laboral funcionó y creó empleo. Esgrime que generó casi 3 millones de puestos de trabajo hasta que la moción se lo llevó por delante. Niega que las acusaciones de corrupción contra el PP sean ciertas en su totalidad, pues no acepta que las conclusiones que la izquierda y parte de la prensa han sacado sean verídicas. De hecho, afirma que la moción de censura se construyó contra la evidencia, pues las sentencias judiciales, según él, probaron que el PP no conocía los hechos por los que se benefició. Se refiere al rescate como a el no rescate, pues lo que su gobierno identificó como una línea de crédito en condiciones muy favorables para la banca evitó, dice, que vinieran los hombres de negro a España y el país se pusiera bajo la tutela de la Troika.
Rechaza toda crítica en relación a su gestión del conflicto con Catalunya. Explica el tránsito desde el 1 de Octubre (referéndum) a la aplicación del artículo 155 como una secuencia lógica, donde la política no tenía margen de maniobra; solo cabía aplicar la ley. No cabe, en el relato de Rajoy, salida política per se. Solo la vía judicial.
Su visión estrecha de los cauces de la política a veces le impiden ver, tal vez, que sus ideas y su praxis a veces no van de la mano. Dice que el buen gobernante no es el que tensiona a la sociedad ni el que atiende a las reclamaciones más ruidosas. Uno no puede evitar preguntarse si fue esa su actitud frente al Estatut de Catalunya o el matrimonio igualitario, cuando él y su partido se alinearon con la facción más conservadora de la sociedad y se pusieron de frente.
Para terminar, es de justicia resaltar que, tal vez contra pronóstico, el de Rajoy es un libro divertido de leer. En él repasa sus mejores hits, como el IVA de los chuches, o cuando afirma que los “hilillos de plastilina” me han acompañado a lo largo de mi carrera política, en referencia al Prestige. También narra con sorna lo que a muchos les pareció un idílico paseo en barco con la canciller Merkel, ajenos a lo que allí se hablaba.
En definitiva, si vas a leer alguna memoria de un expresidente reciente… asegúrate de que sean las de Don Mariano.
Lee la opinión de @dominguezireig sobre las memorias de Mariano Rajoy.
Hoy el diario traía una noticia mundana, y es que nuestro bar de siempre -nuestro único confidente- ha bajado la persiana.
Van a desahuciar la mesa que con nervios escrutabas, donde dejabas tu libro cuando llegar me mirabas;
ésa donde entre cafés todo y más me prometías; desde ella me jurabas, desde ella me mentías.
A la basura las sillas de terciopelo ya marchan, lleven con ellas recuerdos de fines que no llegaban, de besos que no debían darse quienes compartían ahora fuego, luego escarcha.
En mil pedazos las copas del licor que reclamabas, en mil pedazos nosotros si de pronto te asustabas cuando quizá en mí veías para el resto de tus días el sol para tus mañanas.
De aquello sólo quedaba aquel bar que fue tan nuestro, y como tú y yo morimos también ahora está muerto;
que se lleve la alegría, la pena y la algarabía que aún pudieran quedar dentro.
Por fin el cemento urbano ya pronto habrá sepultado hasta el último recuerdo.