La pared blanca

Me apresa una pared blanca
con sus fantasmas que gritan
que la noche no se acaba.

Que mire donde yo mire,
donde vaya mi mirada
aunque la alce al azul cielo
solo veo esa muralla

-y la murallita tiene
el blanco color del alba.

Cada día es el mismo
que ayer la noche ocultaba
y al abrir yo mis ojos
un mismo color me llama

-aquel color blanco roto
de esta celda nevada.

Unas navajas ardientes
me pasean las entrañas
pero han embarrancado
en mi propia telaraña

-incluso ellas se han rendido
a esta mazmorra blanca.

Olvidé cómo era el sol
y la noche que lo guarda.

Lee «La Pared Blanca» de @dominguezireig

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El día menos pensado

No soy mucho de escribir sin rima
ni de dar a mis versos ritmos inconstantes.
Pero pienso que a veces
tal vez
quizás,
cuando el fondo acecha como un filo inquebrantable
desborda la forma
que se rompe
agoniza
muere.

Hoy es de esos días en que,
sin verlo venir,
en la placidez nocturna,
me embiste el repicar de la nostalgia.
Inmisericorde.

Las dudas sobre el por qué.
El temido y si.

Duele más el error no ejecutado
que el acaecido.
El preguntarte qué hubiera pasado
si el valor te hubiera permitido
saltar por la ventana.

Pero no.
Decidiste bajar las persianas,
refugiarte en tu torre de marfil
y no dejar entrar a los pájaros.

No sabrás nunca si eran ruiseñores
o cuervos.

Miras el rostro que el espejo te devuelve
como si fuera el de un extraño,
como si los surcos de tu cara
fueran de otra cara
y la tristeza de tus ojos
fuera de otros ojos.

Y allí, en tu soledad – que es mi soledad-,
en tu soledad, repito,
esperas sin remedio el arrancar del calendario.

Lee «El día menos pensado» de @dominguezireig

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Hablemos de la muerte

Hablemos de la muerte,
pero no como de la estocada final
que nos arranca del mundo,
sino como del monte bello
donde ser una luciérnaga
alumbrando el firmamento.

Hablemos de la muerte,
jamás como del viaje a la epidermis de la tierra
sino como de una escalera a las estrellas
para resplandecer ajenos a la oscura noche.

Sí, hablemos de la muerte
como de un banquete al final de un largo día,
con sonrisas, con palmaditas en la espalda,
y no como de una cercena impuesta
cruelmente.

Hablemos, por favor, de la muerte,
como del retorno a las entrañas del planeta,
no como de la huida hacia una nada
que no existe.

Hablemos de la muerte entre los vivos
para juntos rellenar la ausencia
con la abultada calma del recuerdo
y el bálsamo gris de las fotografías viejas.

Pero, sobre todo, hablemos de la muerte ante el espejo,
hablémosle a ese rostro pálido de miedo
que nos mira a los ojos sin el valor de preguntarse
cuándo llegará la hora
y cuánto dolerá atravesar el purgatorio.

Hablemos de la muerte
porque la muerte
es la única evidencia de la vida
y el único testigo de que vivir valió la pena.

Lee «Hablemos de la muerte» de @dominguezireig

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