El primer beso aquél que yo quería
empuñar con el fulgor de un doble filo:
malherir aquel amor que te aturdía,
de por vida marcar el corazón mío.
Con un beso, lo mismo que la marea,
anegar quise el espacio entre nosotros
montar guardia en los adentros de tu aldea,
ser muralla para que no entrasen otros.
Sé que no debiera usar este lenguaje
ni hablarte debería en este tono,
pero hombre soy de humilde linaje
y no hay cima más alta que tu trono.
Pero al fin un día pude percatarme
del infortunio de esta triste ironía:
para conseguir un día liberarme
decidí que tú tenías que ser mía.
Por eso cuando la luna dormitaba
cuatro trapos derramé en una maleta;
una lágrima en mi rostro resbalaba
observándote en mi fuga discreta.
Lee el poema «Primero y último» de @dominguezireig
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