Tiniebla y lumbre

Se nos abalanza el fuego
aunque no es la vez primera,
y esta lid por la bandera
que empapa el cielo europeo
alza un nuevo coliseo
para la ocasión tercera.

Qué desgracia verdadera
este ingrato mausoleo,
en todas las caras leo
temor, pesadumbre y pena;
una oscuridad se estrena
que nos envuelve con miedo
y la esperanza que pierdo
con su frío la cercena.

Se alzan las pesadillas
que yacían en su siesta,
nos alcanzan de puntillas
como una justicia tuerta
y pronto tu única puerta
será vivir de cuclillas
o perecer de alma honesta.

Pero nuestra luz aún brilla
aunque no intuyas su testa,
y es lo único que nos resta:
resistir la alcantarilla.

Como la luna amarilla
la lumbre también despierta.

Lee «Tiniebla y lumbre» de @dominguezireig

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En la oscuridad

¿Qué es lo que escondes
en la tarde bella,
en la noche clara?

Tú que relucías
cuando el sol te ungía
al rugir del alba.

Este blanco y negro
de tu piel morena
no te pega nada.

No mires abajo
que mis pies son feos;
mírame a la cara.

Obsérvame y dime
por qué te comportas
de una forma rara.

¿Será que has fumado
y te has bebido
cuanto nos quedaba?

Mejor que me mientas
con tus labios mustios
de mujer casada.

Y cuando despierte
ya te habrás marchado
como un fantasma.

Pero antes de irte
solo dame un beso
sin mediar palabra.

Pero antes de irte
solo dame un beso;
ésa es tu paga.

Lee «En la oscuridad» de @dominguezireig

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Primero y último

El primer beso aquél que yo quería
empuñar con el fulgor de un doble filo:
malherir aquel amor que te aturdía,
de por vida marcar el corazón mío.

Con un beso, lo mismo que la marea,
anegar quise el espacio entre nosotros
montar guardia en los adentros de tu aldea,
ser muralla para que no entrasen otros.

Sé que no debiera usar este lenguaje
ni hablarte debería en este tono,
pero hombre soy de humilde linaje
y no hay cima más alta que tu trono.

Pero al fin un día pude percatarme
del infortunio de esta triste ironía:
para conseguir un día liberarme
decidí que tú tenías que ser mía.

Por eso cuando la luna dormitaba
cuatro trapos derramé en una maleta;
una lágrima en mi rostro resbalaba
observándote en mi fuga discreta.

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Ausencia

Perdona, estuve ausente
perdido entre los pliegues de la vida;
anduve laberintos grises
y calles de final angosto
sin dar con una puerta de salida.

Estaba pero me metí dentro,
dentro del caparazón que me recubre,
un abrigo que protege el frío
de la lumbre cálida y hermosa que hay afuera.

Me disculpo, porque soy así a veces:
lejano y cenizo,
ácido y obtuso
cuando cicatriza en mí la noche.

Azabache me volví
porque negra era mi sangre.
Por eso me hice sombra
e intenté circunvalarte de puntillas.

Hoy sigo enterrado entre la arena
pero encontré algo de mar en la distancia
para navegar hacia esa orilla
y atracar ya de regreso.

Me quedaré un rato más en cubierta
pero ya pronto estoy conmigo.

Malta

Ungida en el bálsamo de una belleza decadente,
hija de un hervor palpable del pasado
despierta una ciudad de andar destartalado
desperezándose mediterráneamente.

Afable fortaleza es el presente
que nos entrega un mar turbulento o calmado
– más o menos sereno, más o menos demente…

Y en ese sur suave y turgente
de roca caliente y rostro tostado
al sosiego invita la luna creciente.

Fervor isleño que como un accidente
dibuja en su agua un sueño acristalado,
y tras su relieve un atardecer anaranjado
anuncia la llegada de la noche argente.

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Hablemos de la muerte

Hablemos de la muerte,
pero no como de la estocada final
que nos arranca del mundo,
sino como del monte bello
donde ser una luciérnaga
alumbrando el firmamento.

Hablemos de la muerte,
jamás como del viaje a la epidermis de la tierra
sino como de una escalera a las estrellas
para resplandecer ajenos a la oscura noche.

Sí, hablemos de la muerte
como de un banquete al final de un largo día,
con sonrisas, con palmaditas en la espalda,
y no como de una cercena impuesta
cruelmente.

Hablemos, por favor, de la muerte,
como del retorno a las entrañas del planeta,
no como de la huida hacia una nada
que no existe.

Hablemos de la muerte entre los vivos
para juntos rellenar la ausencia
con la abultada calma del recuerdo
y el bálsamo gris de las fotografías viejas.

Pero, sobre todo, hablemos de la muerte ante el espejo,
hablémosle a ese rostro pálido de miedo
que nos mira a los ojos sin el valor de preguntarse
cuándo llegará la hora
y cuánto dolerá atravesar el purgatorio.

Hablemos de la muerte
porque la muerte
es la única evidencia de la vida
y el único testigo de que vivir valió la pena.

Lee «Hablemos de la muerte» de @dominguezireig

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Qué pena, señor

¿Dónde aprendió, señor, que al que le falta
también ha de faltarle usted al respeto?
Sepa que un trato humano tan escueto
dice mucho peor de al que le basta.

¿Quién le dijo, señor, que al que entrega
a nuestra patria todo con decoro
solo le debe usted el grito, el lloro
porque le hayan parido en otra tierra?

¿Cómo creyó, señor, que una hembra
que pudo ser la que le diera vida
merece el trato de su voz crecida?
Guárdese cuando recoja el que siembra.

¿Por qué pensó, señor, que el que ama
distinto a como usted no ha de sentarse
a su lado, como si no fiarse
pudiera decidirse en la cama?

¿Cuándo intuyó, señor, si es creyente
que no podía tener por hermano
a un compatriota sin afán cristiano?
El Padre da cobijo al diferente.

Qué pena, señor, el dolor demente
que causa usted con ese odio vano;
tras ese manto de delirio ufano
existe un mundo que no va a estar siempre.

Aproveche: aún no es tarde.
Aún no es tarde: aproveche.

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Te quise sin querer quererte

Te quería conocer sin entenderte,
te quería oír hablar sin escucharte,
te quería observar pero no verte,
te quería sentir cerca sin tocarte.

Pero debiste salir de alguna parte
que ignoraba antes de yo conocerte
e intentando apreciarte sin quererte
descubrí un mundo nuevo que entregarte.

Me envolvieron mis fantasmas por amarte,
enfrenté todas mis sombras por tenerte,
pero herido no hubiera podido serte
el amante que yo bregaba por darte.

Regresé a mis tinieblas sin mirarte
y venciendo mi pulsión de retenerte
decidí enfrentar solo nuestra muerte
para que la suerte volviera a encontrarte.⠀

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Echar el cierre

Hoy el diario traía
una noticia mundana,
y es que nuestro bar de siempre
-nuestro único confidente-
ha bajado la persiana.

Van a desahuciar la mesa
que con nervios escrutabas,
donde dejabas tu libro
cuando llegar me mirabas;

ésa donde entre cafés
todo y más me prometías;
desde ella me jurabas,
desde ella me mentías.

A la basura las sillas
de terciopelo ya marchan,
lleven con ellas recuerdos
de fines que no llegaban,
de besos que no debían
darse quienes compartían
ahora fuego, luego escarcha.

En mil pedazos las copas
del licor que reclamabas,
en mil pedazos nosotros
si de pronto te asustabas
cuando quizá en mí veías
para el resto de tus días
el sol para tus mañanas.

De aquello sólo quedaba
aquel bar que fue tan nuestro,
y como tú y yo morimos
también ahora está muerto;

que se lleve la alegría,
la pena y la algarabía
que aún pudieran quedar dentro.

Por fin el cemento urbano
ya pronto habrá sepultado
hasta el último recuerdo.

Lee el poema «Echar el cierre» de @dominguezireig

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Tus zapatos

Quisiera entrar en tus zapatos
para entender tus caminos,
para comprender tus pasos;

así oler los mismos pinos,
ver los cielos que ya vimos
desde donde tú has pisado.

Hoy llenaría la horma
que amortigua tus pisadas,
sería en tus noches malas
quien a tu lumbre da forma
– te sería suelo firme
cuando no sabes decirme
si es anécdota o es norma,
si he de quedarme o irme,
si soy luz o si soy sombra.

Te entrego zapatos nuevos
para suelos movedizos;
si estamos asustadizos
cuando mal soplen los vientos
han de sernos los cimientos
para tiempos quebradizos.

Zapatos que ahora nos anclan
el uno al lado del otro
y el otro al lado del uno,
para que los pies nos bailen
como no bailó ninguno.

Lee el poema «Tus zapatos» de @dominguezireig

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